Divulgación Científica

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CENTRO DE INVESTIGACIONES INTERDISCIPLINARIAS SOBRE DESARROLLO REGIONAL

Maestría en Análisis Regional     Doctorado en Estudios Territoriales

Ricardo Romano Garrido*

En el marco del segundo seminario de investigación de la red académica “Enfoques y perspectivas de las violencias en escenarios concretos”, realizado en las instalaciones del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y organizado por el Cuerpo Académico en Análisis Regional Sociopolítico del Ciisder–UATx, el Cuerpo Académico Problemas Sociales de la Modernidad de la UAEH y el Seminario Permanente Antropología de la Complejidad Humana del IIA–UNAM, en el  mes de abril, se presentó la película documental “¿No queríais saber por qué las matan? POR NADA”, basada en hechos reales a partir del trabajo de campo que realizó la doctora en Antropología, Mercedes Fernández Martorell, profesora de la Universidad de Barcelona y directora de la propia filmación.

El documental muestra los puntos de vista y las razones por las cuales permanece una práctica violenta y machista de los hombres hacia las mujeres que han sido sus compañeras sentimentales, a través del maltrato físico hasta llegar al feminicidio, fenómeno que ha sido documentado y señalado como un problema social en España. En el blog de la directora de la película, se señala que el filme cinematográfico está basado en casos reales de hombres que han sido encarcelados o demandados por maltrato y violencia en el ámbito doméstico.

De acuerdo con algunos datos estadísticos, tan sólo en lo que va del año (enero–abril de 2016) el índice de mujeres asesinadas alcanzó la cifra de 33 casos en España. 19 de ellos están catalogados como feminicidios íntimos, cinco como feminicidios no íntimos, cuatro por prostitución, uno feminicidio infantil y uno considerado como feminicidio familiar, entre otras categorías que aparecen en una gráfica realizada por el blog: feminicidios.net. Sobresalen los casos de mujeres asesinadas por sus parejas en una condición reconocida como violencia doméstica hacia las mujeres.

Lo interesante del documental es que el guión está realizado para evidenciar las implicaciones socioculturales que reviste una práctica tan recurrente sobre el asesinato de mujeres en el país ibérico, como lo demuestran los datos anteriores. La antropóloga escudriña las razones y los argumentos de aquellos hombres que han llegado a cometer tales actos por demás injustificables, sin pretender hacer una apología sobre la victimización de las mujeres, ni hacer de ello el justificante de movimientos feministas anti–masculinidades, se muestra una hipótesis donde se sostiene que las relaciones de género en el mundo moderno atraviesa una grave crisis, sustentada en los cambios vertiginosos derivados de los nuevos roles entre hombres y mujeres, donde ha quedado desquebrajado el sistema básico del patriarcado, fundamentado en la división sexual del trabajo entre el espacio público –que antaño pertenecía a los hombres– y el espacio doméstico –lugar al que se le había recluido a las mujeres en su papel reproductivo y asimétrico.

Hoy por hoy las mujeres han ido ganando terreno en el mundo laboral y profesional, pero también se han logrado avances en materia legislativa que ha permitido salvaguardar la integridad física y emocional de aquellas mujeres que han sido violentadas a través de imponer penas de cárcel a los infractores.

Sin embargo, es preciso hacer ciertas anotaciones fundamentales que nacen a raíz de este polémico documental. Uno de los factores importantes es cuando al mostrar las razones por las cuales algunos hombres ejecutan una serie de actos violentos hacia sus parejas hasta llegar al feminicidio, la antropóloga visualiza el problema relacionado a estas nuevas realidades y disposiciones legales, donde a los hombres no se les ha reeducado para adaptarse a estas nuevas exigencias que producen las relaciones modernas, a diferencia de las mujeres que gracias a una larga lucha han ganado terreno en otros escenarios por la condición permisible del sistema que requiere de más mano de obra y trabajo intelectual femenino, es así como han logrado adaptarse a estos nuevos cambios mucho más rápido que los hombres.

La autora del filme concluye que el problema no se resuelve a través de la aplicación de las leyes, ni en crear más oportunidades laborales o profesionales para lograr la equidad de género en nuestras sociedades, sino en la reeducación de los hombres que han quedado en un vacío educacional y valorativo porque no se les enseña a introyectar la idea que no necesariamente deben ser el sustento de la casa, ni que deben estar sometidos a una presión constante para conducirse como jefes del hogar, sin aportar también al trabajo doméstico y al cuidado de los hijos.

Es decir, que en materia de avances re educacionales las mujeres llevan ventaja por sobre los hombres y mientras esta condición prevalezca, los feminicidios no cesarán, pues el maltrato y los asesinatos pasionales son una respuesta a la desadaptación de algunos hombres que no saben cómo reaccionar ante estas nuevas formas de interacción con el sexo opuesto. Y no es para menos pasar por alto este detalle, ya que gran parte de la identidad masculina se sustenta en el aprendizaje de un cúmulo de valores sobre la virilidad que está basada en la idea de dominación y control, como sostiene Bordieu (2010), donde las sociedades patriarcales tienden a establecer relaciones asimétricas de tal forma que cualquier ocupación del espacio, cualquier vínculo afectivo o relación social, es atravesada por la imposición de la voluntad masculina hacia las mujeres y constituye una violencia real, imaginaria o simbólica, pero que es aceptada y naturalizada por todos los miembros de una sociedad.

En esta lógica, señala Bourdieu: la dominación masculina tiene todas las condiciones para su pleno ejercicio. La preeminencia universalmente reconocida a los hombres se afirma en la objetividad de las estructuras sociales y de las actividades productivas y reproductivas, y se basa en una división sexual del trabajo de producción y de reproducción biológico y social que confiere al hombre la mejor parte, así como en los esquemas inmanentes a todos los hábitos. Dichos esquemas, construidos por unas condiciones semejantes y, por tanto, objetivamente acordados, funcionan como matrices de las percepciones –de los pensamientos y de las acciones de todos los miembros de la sociedad–, trascendentales históricas que, al ser universalmente compartidas, se imponen a cualquier agente como trascendentes. En consecuencia, la representación androcéntrica de la reproducción biológica y de la reproducción social se ve investida por la objetividad de un sentido común, entendido como consenso práctico y dóxico, sobre el sentido de las prácticas. Y las mismas mujeres aplican a cualquier realidad y, en especial, a las relaciones de poder en las que están atrapadas, unos esquemas mentales que son el producto de la asimilación de estas relaciones de poder y que se explican en las oposiciones fundadoras del orden simbólico. Se deduce de ahí que sus actos de conocimiento son, por la misma razón, unos actos de reconocimiento práctico, de adhesión déxica, creencia que no tiene que pensarse ni afirmarse como tal, y que «crea» de algún modo la violencia simbólica que ella misma sufre (2010: 49).

La propuesta de Bordieu conduce a sustentar la hipótesis de que las diferencias de género están basadas en el reconocimiento dicotómico derivado de procesos de dominación de un género sobre el otro. Esta idea del orden social crea relaciones y mecanismos que están interiorizados en la mentalidad de los individuos, al grado de convertirse en los contenedores y reproductores de estas ontologías asociadas a la perpetuidad institucional de la dominación. Así, la violencia se vuelve efectiva en la medida que los mecanismos de la dominación son consensados en un proceso de aceptación social del poder androcéntrico como algo normal y natural.

Sin duda, las asimetrías en la modernidad siguen manteniendo una base androcéntrica y conforman toda una carga simbólica en la sociedad donde los hombres mantienen el control y la supremacía para posicionarse como el género predomínate en la esfera de lo social y biológico. Sin embargo, en esta lógica la excepción hace la regla y con estos nuevos cambios, los hombres están siendo víctimas de sus propios excesos. Esto por un nuevo activismo feminista mal entendido y por el poder que les otorga a algunas mujeres su independencia económica o profesional, donde ocurre el cambio de roles en la dominación, siendo ellas las sustentantes del control y la violencia hacia los hombres. El maltrato y el acoso sexual hacia algunos hombres también se da, sólo que es invisibilizado por las presiones sociales del mundo patriarcal, porque no hay el reconocimiento de leyes que sancionen tales actos para aquellas mujeres infractoras y porque simple y llanamente en el mundo patriarcal sería un absurdo reconocer que la figura masculina está siendo intimidada y violentada por  algunas mujeres. La visión patriarcal también produce papeles y condicionamientos donde las mujeres generalmente son las víctimas y los hombres los victimarios. Estas dicotomías deben erradicarse de las bases sociales para la buena convivencia entre los géneros.

Desde mi punto de vista considero, ante todo, necesaria una reeducación de los valores sobre lo que significa ser hombre o ser mujer para que sea posible transitar hacia nuevas formas de convivencia social donde el respeto a expresar y aceptar de manera voluntaria derechos y obligaciones, tanto de hombres como de mujeres en los espacios públicos y privados, debe ser una prioridad donde ya no tendría por qué imperar una división sexual del trabajo. De igual forma, se debería implementar un ambiente de respeto y libertad en la convivencia emocional de las parejas donde el factor posesión quede reducido a un asunto mínimo. Porque en estas prácticas de la dominación y la posesión del cuerpo, es común celar a la pareja por creer que le pertenece, cual mercancía adquirida en un contrato de compra–venta y a menudo es la causa principal que detona los crímenes pasionales. Así que evitemos seguir alimentando una cifra tan absurda como los feminicidios íntimos porque POR NADA se puede acabar con la vida misma.

*Doctor en Antropología por la UNAM, Investigador Nacional SNI I, Académico del CIISDER y coordinador del proyecto “Violencia y cultura en el centro de México” de la red “Enfoques y perspectivas de las violencias en escenarios concretos”.

"POR NADA. El viejo mal de la violencia"
Ricardo Romano Garrido
Artículo publicado en:
La Jornada de Oriente 13-05-2016